15 de Mayo del 2007 - Aguas menuitas llueven..

Y como iba diciendo... en la imagen se muestra de qué manera pusimos punto y final a la romería de este año. Tuvimos la "mala" suerte de que la última noche (la del martes) nos empezara a caer un jarro de agua bien insistente desde las 12 y media, sin parar, hasta la mañana siguiente. La caballería que bajó de la ermita y recorría el pueblo parando en las casas de los nuevos mayordomos llegó al finalizar el trayecto muy mermada a la casa de la hermandad (unos 40 caballos), que tristes y calados fueron abandonando paulatinamente el grupo. Y menos jinetes y equinos aún aguantaron el chaparrón encima de la montura. Unos 15 caballos en todo el pueblo. Tito Moro y el aquí presente optaron por beberse hasta el último sorbo de fiestas e hicieron un esfuerzo por no ver aguadas las ganas de echar un buen rato.

No sé muy bien si por ser el último día, por cabezonería, por el rebujito, la compañía ó las circunstancias, logramos hacer de un día que se antojó muy gris para muchos, uno de los más entretenidos de estas fiestas. Fue la noche en que bromeamos pidiendo Frenadol y tapitas de Ibuprofeno a los mayordomos que pese al agua salían a ofrecernos jamón, queso y fino, el rato en que con el primache Ildefonso competimos por ver quién era el primero en hacerse con un capote de agua, el día en que (pese a llevar lloviendo más de dos horas sin parar) hacíamos (con goterones de agua recorriéndonos la cara, colándosenos por el cuello y el traje caladísimo) comentarios como: "Está la cosa fea, veremos a ver si no nos mojamos y todo", "No, si al final verás cómo nos llueve...", "Yo lo que no quiero es devolver el caballo "aguao""... y así, entre risas, se nos hicieron casi las 6 de la mañana, momento hasta el que cantamos más tonás que ningún día, uniéndonos a la reunión del quinto Miguel Ángel Cachondo, que no paraba de hacer el ganso simulando un trote sobre su caballo completamente parado. De nuevo me quedó claro que para pasarlo bien basta con tener la predisposición para ello y las ganas para que así sea, independientemente de las circunstancias.

Y acordándome de un post reciente de Cinza que hablaba sobre la sensación tan extraordinaria de estar bañándose en el mar mietras llueve, debo añadir a esa lista de sensaciones dignas de probar la de salir a galope tendido Calle Serpa arriba, mientras te jarrea en la cara y ves por el rabillo del ojo cómo escupen chispas de fuego las herraduras de tu caballo al castigar las piedras del suelo.

En la foto, ya véis, dos cantando bajo la lluvia, reponiendo fuerzas con un inusual Cola Cao calentito en la mano y dispuestos a echar el resto para acordarse durante tiempo de esta última Peña.