Lo primero será fijarse un destino de visita, hacer la maleta y, por supuesto, no olvidar la cámara digital, cargadita y con espacio suficiente para hacer tropocientas fotos.
Pasar un par de agradables días, accionando el disparador alegremente, aquí y allá y volver a casa con una sonrisa dibujada en la cara.
Desempaquetar, maldecir la inminente llegada del lunes, cenar algo ligerito, poner una lavadora, preparar la ropa para la semana, caer redondo sobre la almohada.
Dejar transcurrir 2-3 semanas.
Buscar la cámara ante la necesidad de guardar un bonito recuerdo de una visita de viejos amigos.
No encontrarla.
Poner patas arriba armarios, maletas y habitaciones para hallarla.
Seguir sin encontrarla.
Ante la evidencia, llamar al lugar visitado semanas atrás y apostar por los espacios con más probabilidad de haber sido reposo de la huérfana digital: coche, casa de la abuela, bar...
Movilizar a familiares y amigos para rastrear zonas inimaginables.
Dar por perdida la cámara.
Dejar pasar unos días y olvidarla para siempre.
Recoger unos pantalones del tendedero.
Comprobar su inusual peso.
Detectar un bulto en uno de sus bolsillos inferiores.
Sospechar que se trata de un paquete de pañuelos empapado.
Errar en la hipótesis.
Extraer del pantalón la humedecida cámara digital tirando de su cordelillo.
Mirarla con incredulidad y darse con la palma de la mano derecha en la frente.
Hacer el intento de encenderla.
No esperar que pase nada.
Extraer la tarjeta de memoria y dejarla secar.
Probar la tarjeta y alegrarse porque ¡funciona!
Guardar la cámara en un cajón, preferiblemente de sastre.
Analizar ofertas y adquirir una nueva cámara.
Tras la compra, preguntarse por qué no se optó por una sumergible.
Olvidar la vieja cámara y volver a hacer click por doquier.
Tras meses, encontrar la maltrecha cámara en el cajón y pulsar el botón de encendido.
Comprobar estupefacto cómo se enciende el Led verde y se abre automáticamente la tapa del objetivo.
Constatar que la pantalla LCD no muestra más que oscuridad y algunas gotas de agua.
Disparar para ver qué sale.
Obtener esto:
Vista desde mi ventana, una vez aplicado el filtro artístico de "centrifugado involuntario".
Conclusiones: uno, hemos obtenido una manera peculiar de crear fotografías únicas, con un tratamiento de imagen que ya le gustaría averiguar al mismísimo Photoshop. Y dos, una Casio Exilim Ex-Z500 es levemente resistente a lavadoras, al menos para el programa a 30º.