Uno de los destinos imprescindibles de Vietnam es, sin duda, Halong Bay, al noreste del país, donde se concentran más de tres mil islas de roca caliza de diferentes tamaños, que emergen de sus aguas esmeraldas como si los mitos y leyendas que las envuelven quisieran subrayar el origen mágico de este espectacular paisaje.
Para disfrutar completamente del tiempo que se merece esta maravilla lo mejor es contratar un tour. Nosotros optamos por el lote de tres días y dos noches, pasando una de ellas en el barco y la otra en un hotel de Cat Ba, una de las islas más grandes, con parque natural incluido. Sinceramente, el Sun Cruise, nuestro barco de madera, nos sorprendió muy gratamente.
Una acogedora cubierta para ponerse moreno, mirar las estrellas mientras se arregla el mundo con unas cervezas en la mano o saltar desde la barandilla al agua mientras se pone el sol. Unos camarotes coquetos y bien equipados, comedor y barra, baños... un lujazo para el precio que pagamos.
Porque, como todo en Vietnam, también el precio del tour hubo que negociarlo. Bajamos de una oferta de unos 180 $ por cabeza a unos 110 $ (si mal no recuerdo), pasando antes nuestras quejas y lloriqueos por un descuento inicial del 10%, un pequeño ajuste posterior, una llamada al jefe para bajarnos un poco más y una última llamada de la señorita que nos atendió antes de que saliésemos pitando por la puerta.
Acabamos casi diseñando a nuestro antojo la ruta, con visita al mirador de Titop, jornadas en kayak, algo de senderismo por Cat Ba, una vuelta por una cueva imponente y la negociación de un día extra en Cat Ba, para recorrer la isla por nuestra cuenta y luego volver con el barco del tour. Incluido en el precio iban también desayuno, comida y cena, la estancia de una noche en un hotel en Cat Ba, el guía que nos acompañó e incluso una actuación sorpresa de cantos tradicionales en el propio barco. ¿Qué más se puede pedir?
El último día lo dedicamos por completo a la isla de Cat Ba de la mejor manera posible en que se puede recorrer este y otros muchos parajes en Vietnam: a lomos de una motocicleta. Muchas carreteras y carriles para nosotros solos, pueblos escondidos en los que los zagales nos saludaban eufóricos, vistas inmensas, un refrescante soplo de aire fresco cuando le dabas al acelerador, unas siempre inesperadas nubes de mosquitos al atardecer... puajj, puff, puajjarfghh.
Eso, eso... aqui el ganador soy yo que tengo el lujo de contar con vosotros de cumpleanyos... no importa donde ande!! Graciaaaas!!!
ResponderEliminarY que sean muchos mas!!!
Que cosa es ver al Ignacio con barba eh?
ResponderEliminarBesicos
Ignacio, habrá que ir pensando el nombre del cocktail de celebración para el año que viene...qué queda? un around the moon quizás?
ResponderEliminarBelén, díselo a la simpática vietnamita que quiso venderle alhajas llamándole Bin Laden! Jejeje