Bagman

En estos tiempos en que la mediocridad de los humanos reales hace enaltecer los poderes de los invencibles, carismáticos y cada vez más cinematografiados superhéroes, debemos comenzar a preguntarnos qué hay de verdad y qué de mentira en esas leyendas.

Una posible respuesta, precedida por una probable colleja, debe ser aquella que todos conocemos y nadie quiere oír: ¡los superhéroes no existen! Bien, amigos de mallas y capas, de picaduras y radiactividad, de vuelos rasantes y artilugios imposibles... todavía no me he cruzado por la calle con ninguno de los retratados por Miller, Moore, Lee o Kirby.

Pero hay esperanza. No sé de dónde habrán salido, pero los dejaron salir. Dudo de su originalidad, pero la vencieron con su autoconfianza. Resurge de las cenizas de un Winston Light una nueva estirpe de personajes elitistas: Los Subperséfilos. Yo los he visto. Están ahí fuera. Tengo fotos.

Hoy, Bagman:

Ante la plasticidad de la imagen, sobran las palabras. Este enigmático ser adquirió su abominable aspecto por una fusión incontrolada de rayos de lector de código de barras en la cola del Caprabo. Un brick de Danacol, el rozamiento de la cinta transportadora y la corriente estática inducida por la maniobra de la cajera al despegar las bolsas, fueron suficientes para desfigurar su rostro y obsequiarlo de paso con el don de la visión goma, la velocidad carrito, la fuerza 3x2 y un bono descuento de 3€ en gasolineras.

Actúa descalzo por la adherencia que le proporcionan unas microfibras Allbran en la planta de los pies y está siempre alerta con el último botón de la portañuela abierto por si debe actuar contra el mayor de sus enemigos, Chispearretaman.

Bagman ha sido mundialmente homenajeado y premiado (varios TPs de plata y algún pin cromado de Texas Ranger) por sus actuaciones en los casos "La maruja y su código secreto del número en pescadería", "El pasillo de respostería y la extraña aparición de una sandía de 7 kg" y "La caja rápida II".

Siempre que esté en aprietos por la altura del último estante, el pitido de la alarma y la mirada del segurata o la persecución de la señorita con las muestras gratis, no lo dude: alce su bolsa y grite Baaaaaaagmaaaaaan. Nunca una bolsa de plástico pudo reciclarse de mejor manera.