martes, 29 de septiembre de 2009

Highlights Vietnamitas (II)

Hanoi

El primer contacto con la capital vietnamita fue revelador: si pensábamos que el tráfico de Bangkok era una locura, esto ya era el caos absoluto. Calles infestadas de scooters sumidas en una sinfonía de motores y bocinas nos daban la bienvenida a la par que nos planteaban las primeras cuestiones al respecto: "¿cómo se cruza aquí la calle?", "¿se conduce por la izquierda o por la derecha?", "¿quién dirige en este país a la DGT?".

Tráfico vietnamita

Luego supimos que eran unos 17 millones de motocicletas los que circulaban sólo por Hanoi y eso explicaba que en cualquier callejón, por muy estrecho que fuese, siempre te podías encontrar con alguna moto (o te podían ofrecer alguna para que la alquilaras...repetidas veces...muchas veces...en todas partes).

Tráfico en Hanoi

La clave para que todo ese enjambre se moviese sin choques, cruzándose en rotondas, adelantando por cualquier sitio, compartiendo espacios imposibles con coches, autobuses y camiones, estaba en la velocidad, que no solía pasar de los 50 km/h (automóviles incluidos) y la destreza utilizando el claxon, imprescindible herramienta para hacerse notar. Aún así, considerando que la carga de las mismas scooters podía ser de lo más variopinta (una familia de 5 miembros, un puesto callejero desmontado, un mueble bar, ganado, etc.), lo cierto es que es un auténtico milagro de malabaristas y reflejos que los vietnamitas deben haber adquirido a base de experiencia, sospecho que mucha meditación, genes moteros y unos nervios de acero.

Puestos en Hanoi

Unida la tropa recorrimos el centro abarrotado de mercaderes callejeros, muchos de los cuales utilizaban sus propias casas como puestos durante el día, abriendo las amplias puertas de sus estrechos bloques de varios pisos a pie de calle. Cada calle ofrecía un tipo de mercancía, de forma que los puestos se amontonaban según la vía de la carne, del metal, de la fruta, del pescado o de la ropa. Todo esto unido a la maraña de tráfico, viandantes y voces hacían que te sintieras en un mundo que creías perdido ya en el tiempo. Por las noches esas mismas fachadas mostraban escenas familiares en el espacio donde antes vendían, sólo que ahora transformado en un modesto salón con tele, mesa baja y algún mueblecito, donde los habitantes reposaban o cenaban.

Dongs por doquier

Y ya que hablamos del tema, aunque requiera de un post aparte: ¡vaya comida la vietnamita! ¡Qué delicia! ¡Y qué precios! En los puestos callejeros, por unos 50.000 dongs ya tenías bebida y plato bien servido. En cualquier local podías cenar de lo lindo con varios platos, postre y café por 100.000 dongs. Al cambio, unos 25.000 dongs equivalen a 1 euro. ¿Cómo lo véis? Con estas cifras era normal tener en la cartera varios cientos de miles de dongs y la sensación de monopoly-millonarios nos acompañaba por doquier (sólo que sin chistera ni limusina esta vez).

Cobra la foto

Fue en Hanoi donde nos permitimos una cena algo estrafalaria que excedió la media de precios a la que estábamos acostumbrados, pero sin duda mereció la pena. Porque no todos los días tiene uno ocasión de zamparse una cobra... ¡fresquita, fresquita, oiga! ¡Que me la quitan de las manos!

Cobra fresquita

Menos mal que no se le escapó de las manos, porque el espectáculo previo delante de nuestra mesa fue completito: unos juegos al estilo encantador, la maniobra necesaria a cuchillo, unos chupitos de sangre y licor y hasta el corazón del reptil, que sumergido en el orujo y todavía latiendo, fue engullido por uno de los intrépidos comensales del equipo (pista: va pegado a una cámara y es todo corazón). Luego los siete platos que nos sirvieron, una delicia.

Cobra ñam ñam

Más de un millón y medio pagamos por la cena. ¡Qué clavada! Un momento... son unos 60 €, entre 5 personas. ¿Me cobra la cobra, caballero? ¡Que mañana vuelvo!

La cuenta en dongs

martes, 22 de septiembre de 2009

Highlights vietnamitas (I)

No fue suficiente el tiempo disponible para recorrer de cabo a rabo Vietnam, pero vimos una buena parte del país para hacernos una idea de lo que allí se cuece. Intentaré resumir lo más destacable, sin hacer el amago de servir de guía turística ni nada que se le parezca. Tiraré por la tangente y haré memoria completamente subjetiva de lo que me quedó grabado en la retina. Mi retentiva de pez es lo que tiene... ¿que qué es lo que tiene? Eso mismo me pregunto yo.

Escala en Bangkok

Existen varias alternativas para llegar volando a Vietnam al norte hasta Hanoi o al sur a Ho Chi Minh: vuelos directos, escalas inglesas, rusas, árabes, tailandesas y toda combinación que quepa en el abanico de compañías aéreas low cost que también abundan por esos lares. Todas tienen en común muchísimas horas de vuelo; no hay remedio para salvar esos 10.500 kms entre Madrid y Hanoi de otra manera. Nosotros optamos por pasar un día a la ida y otro a la vuelta en Bangkok y, la verdad, como adaptación al mundo vietnamita, vino muy bien.

Sastre a domicilio

A destacar sus majestuosos templos, el ambientazo de la Khao San Road, los masajes, la comida en puestos callejeros, los shows con "pelotitas", el constante asedio de tenderos, mercaderes, hosteleros, taxistas, joyeros, sastres... y el camelo de los Tuk-Tuk.

Khao San Road

El Tuk-Tuk no es otra cosa que un motocarro tuneado con función de taxi al que han provisto de unos incómodos asientos dobles (o triples) traseros, pintura y chapa hecha a medida y diversos elementos ornamentales que dependen del selecto gusto del conductor. Funcionan por medio de ganchos que te abordan por la calle para hablarte del tiempo, de tu país origen o de cualquier otro tema para progresivamente guiar la conversación a "lo imprescindible" que debe ser ir a visitar tal y cual templo antes de que cierre o ese buda enorme que está algo alejado y ohh sorpresa, tachín tachán, justo entonces aparece un Tuk-Tuk por arte de magia para llevarte allí.

Salpicadero del Tuk-Tuk

Acto seguido se negocia el precio (algo con lo que hay que vivir en la mayor parte de Asia) para una hora de trayecto. ¿15 Bahts? Un momento, eso son unos 30 céntimos, vamos, una ganga. ¡A probar sea dicho! Y comienza el fenómeno de circular por esas calles de la armonía y el sosiego (ya volveremos a este tema, ya) para llevarnos a la mayoría de sitios que no son de gran interés, pero curiosamente siempre quedan cercanos a una tienda de ropa que tenemos que ver, otra de corbatas que tiene buenísimos precios o una "agencia turística" que nos ofrece unas ofertas de escándalo.

Tuk-Tuk

Tuvimos la suerte de contar con un conductor como Meli, con el que finalmente llegamos al fondo de la cuestión al enterarnos de que alquilaba el vehículo por 350 Bahts al día, poniendo la gasolina de su bolsillo. Si tenemos en cuenta que por 25 Bahts acabamos toda la tarde a lomos del Tuk-Tuk, las cuentas no parecen cuadrar. Lo cierto es que el negocio está en los locales a los que Meli lleva a clientes potenciales. En función del tiempo que los pasajeros pasan en el comercio, él recibe bonos de gasolina, bonos para la comida de sus críos y otra serie de ventajas que le facilitan la vida. La verdad, la experiencia fue divertida, dado que Meli tuvo la decencia de preguntarnos si podíamos colaborar antes de llevarnos a sus destinos, explicando lo que suponía para él. Y así, entre templo y templo y tienda y tienda, acabamos viendo las fotos de Pung y Pong, sus dos hijos, nos reímos de lo lindo y acabé con un traje hecho a medida bajo el brazo. El complejo sistema comercial funciona.

Meli el tukutero

Muy bien, he empezado los highlights vietnamitas hablando de Tailandia. ¡Véis como esto no sirve de referente turístico! Pero sirva de lección para aquellos que quieren ser instruidos en el blindaje contra el timo. No os fiéis de los titulares, el marketing ni la sonrisa a pie de calle. ¿Pensábais que hablaría de Vietnam, eh? Ja! Uno a cero para mi.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Xin Chao

Eso mismo: un hola vietnamita para regresar al hala madrileño. ¡Qué shock! Una cosa es que aterrice uno el lunes viniendo de las placenteras vacaciones en una playa cercana y otra volver de este rincón asiático en el que las coincidencias con la vida occidental a la que estamos acostumbrados son pocas. Y hablo en el mejor sentido posible, porque todo hace que abras la boca de par en par y no dejes de sorprenderte: por sus paisajes, su comida, sus ciudades, su tráfico, su gente, sus costumbres...

Vietnam's Flag

Como ya adivinásteis los más avispados, hicimos coincidir fechas y destino con parte del tramo que Ignacio se había trazado en su vuelta al mundo y tanto su compañía como la del resto de amigos que tuvimos el placer de compartir la experiencia, hicieron que este viaje mereciese la pena, sin duda alguna. A falta del tiempo necesario que me permita colgar algún post sobre las historias vividas en Tailandia y Vietnam, podéis deleitaros con los siempre espléndidos relatos y las impresionantes fotografías de Ignacio en su blog para haceros una idea del camino recorrido.

Tam biet! Hasta luego, vamos.