Tres de la tarde, hoy tengo el tiempo justo para "sentarme" un ratito en el sofá y "reposar la comida". Un fugaz zapping para volver a comprobar que no hay nada que merezca la pena ver en la caja tonta y selecciono el partido de tenis, porque me parece lo más soportable... ¿o debería decir adecuado? ¿Propicio? ¿Hipnotizante?
Fifteen all. Toc-to-toc-to-toc... la pelotita hacia arriba y abajo, hacia arriba y hacia abajo, mientras la monótona voz del comentarista relata que desde el 2007 no le ha ganado Donokoyprov a Schlurpf en un Open. Ahhhm. 40 iguales. Toc-to-toc-to-toc... no sé por qué extraña razón he pasado a ver el interesantísimo match con un solo ojo. El otro ya está hundido en un cojín. No veo a los jugadores, sólo sigo la pelota. El marcador de velocidad en el saque indica 185 km/h. Espera... ¿o pone 165 km/h? No lo distingo, no puedo enfocar a través de medio milímetro de margen que mi párpado izquierdo cede para percibir que aún reina la luz del día. La voz en off dice algo de Santana. La repetición a cámara lenta parece trasladarse también al sonido. Santa Ana... esa plaaaaza tiene histoooria. A 155 km/h vuela un canario temerario entre los árboles que dan sombra a las terracitas de verano. Se posa sobre la pata de palo de un pirata desubicado e imita burlescamente a un pájaro carpintero. Toc-to-toc-to-toc. Oigo ronquidos. Son los míos. Me rindo. Sólo una cabezadita.

Ese momento de transición entre el mundo real y el imaginario, a medio camino entre lo material y lo etéreo, entre lo percibido y lo inventado resulta cuanto menos fabuloso. Una pérdida de conciencia voluntaria por lo general y una sensación placentera en el momento preciso de dejarse llevar de la mano de Morfeo.
Se acentúa aún más la batalla contra la ensoñación cuando no está prevista la caída. Ese día en que estás obligado a estudiar y el calor del brasero o la chimenea te dicen lo contrario, aquel en que tienes cita con el médico y te ponen un documental sobre criaderos de salmones en la 2, durante esa conversación trascendental a media madrugada en calidad de hombro de lágrimas responsable y solidario, en el momento en que por fin tienes ante tí la película que ansiabas ver hacía meses y el traqueteo del bus, el guiso de lentejas y la ola de calor o ese relajante muscular, se ocupan de resumírtela en los títulos de crédito, los de principio y fin, exclusivamente, sin nada de por medio. La B.S.O. al menos parece buena... la que me devolvió a este mundo, digo.
Del despertar no tengo la misma opinión.
¿Qué? Estás a puntito de caer, ¿no?