¡Vergüenza la míaaaa! Ya me gustaría actualizar más, pero es que no doy abasto...
Hacía tiempo que debería haberse llevado a cabo una escapada pendiente a tierras norteñas, pero no se sabe bien si por el efecto de la cada vez más preocupante dilatación espacio temporal de nuestra dimensión o por el despropósito de fechas de cada uno de los (finalmente) invitados, la ansiada visita no se hizo efectiva (¡y de qué manera!) hasta el mes pasado.
¡Victoooria, Victoooriaa! Y ahora sin "c": Vitoria. Y por último, añadiendo el nombre de la aldea primitiva que coronaba la colina desde donde surgió la ciudad: Vitoria-Gasteiz.
Con algo más de 230.000 habitantes, la capital de Álava se presenta amena para quien la visita, con una mezcla de urbanismo moderno y práctico y un centro histórico exquisitamente conservado. Muestra de una buena iniciativa para la divulgación de la historia de sus edificios emblemáticos y su conservación es la visita a la Catedral Vieja, en su programa denominado "Abierto por obras". En él se le permite a los visitantes recorrer las obras de restauración de esta Catedral de Santa María, conociendo cómo los caprichos monárquicos y las ocurrencias arquitectónicas de antaño pudieron llevar a esta maravilla, admirada y promocionada también por Ken Follett, al límite del derrumbe.
Con el privilegio añadido de vernos acompañados por el sol durante los paseos vitorianos, pudimos disfrutar de preciosas plazas, monumentos, curiosas estatuas, lustrosas avenidas y una gastronomía, que como ya nos tiene acostumbrado el País Vasco, resulta irresistible. Piiiintxooooos!!
Casi cuatro días dieron para mucho, incluso para conocer algo mejor la región de la rioja-alavesa, recorriendo pueblos como Laguardia, una joya tanto por su arquitectura, como por su tradición vinícola, detalle último que pudimos disfrutar de primera mano durante la visita a la Bodega el Fabulista.
Fantástica visita guiada en la que a los incultos y aficionados catavinos como yo, se les ofrecen detalles interesantísimos sobre la elaboración, conservación y cata de este líquido divino.
Una bodega muy "guggenheimiana"
Después de una ruta por algún pueblo más, como Getaria, Labastida o Elciego, pintxos y vinos por aquí y por allá, no hubo más remedio que volver a repetir la magnífica experiencia de años ha, acudiendo a una sidrería.
¿Y qué mejor manera de rememorar viejas batallas que retornando a San Sebastián? Petritegi, ¡el chuletón es nuestro!
Corrió la sidra y nosotros tras ella. La tradición del Txoootx volió a poseer nuestros espíritus y cuerpos, que animosos al principio, tambaleantes al final, fueron capaces de llenar y rellenar el vaso hasta alcanzar ese estado de media simpatía, que hizo que incluso las bellas canciones vascas que allí se coreaban le parecieran a uno inteligibles. Y por esa misma razón quisimos aprovechar lo efímero de nuestro raciocinio para visitar un espacio que haría el nexo perfecto entre el arte escultural y el arte que llevábamos dentro: el Museo de Chillida-Leku.
Obviando que unos señores ebrios (que no conozco de nada) acabaran corriendo de escultura en escultura, monte arriba y monte abajo, haciendo el pino, improvisando y jugando a "adivina el título de esta obra" mediante mímica, la verdad es que el museo mereció la pena ser visitado. El caserío Zabalaga impresiona e invita a pensar que poesía y construcción sí pueden ir de la mano. El donostiarra Eduardo Chillida recorrió este edificio del s.XVI en ruinas con la idea de revivirlo y acabó restaurándolo "tal y como el propio caserío le había dicho que quería ser". En él y en sus jardines se albergan parte de sus esculturas en un espacio soñado para ser transitado por el público.
Ahora bien, si habéis supuesto que todo fue maravilloso e ideal, no podéis estar más equivocados. También hubo momentos tensos, arriesgados, realmente salvajes. ¿Quién iba a imaginar que nos encontraríamos con una lagartija de este calibre en Vitoria?
Pero todo salió bien, a pedir de boca, gracias a los magníficos anfitriones que nos obsequiaron con ese fin de semana a conservar en el cajón de los buenos ratos y recuerdos.
¡Gracias pareja!
Ver lo de las tapas a esta hora no es muy bueno...
ResponderEliminar:S
besicos
Ver esas tapas tan curradas a cualquier hora del día es un reto constante! :)
ResponderEliminarqué pasa? que siempre tienes q sacar el tema de la comida?? no puedes pasar sin colgar fotos de pinchos y tapas?? ggggrrrrr, desconsiderado!
ResponderEliminarNo es que construcción y poesía puedan ir de la mano, es q debería ser siempre así. Qué bonita la frase de Chillida, no sabía que también era arquitecto.. y poeta! :)
Sea por la posesión txotxera, o sea por los místicos efectos de la turuta-botella del Abuelo Txapeldun... el caso es que llegué a pensar que nos dejaban allí encerrados para que formáramos parte de la colección permanente.
ResponderEliminarLoor a los Anfitriones gasteiztarras...
Vanessa, si nada más que por la comida, merece la pena dar vueltas por este país!!!
ResponderEliminarLa frase de Chillida tb me llegó...
Pierre, la experiencia pseudoartística fue inmensa. Nunca antes había sentido formar parte tan estrecha de lo etéreo como en aquella ocasión de fusión etílico-escultural.
Oooooohhhh!!! Has estado por mis tierras!!!! Llego con mucho retraso, lo sé. No tengo perdón, pero es que estoy con mucho ajetreo en la tesis y organizando varios viajes en paralelo. Y no veas como se complica todo cuando las de administración no entienden que son varios viajes y no uno e intentan encajar todo.
ResponderEliminarEspero que te gustara el norte, los pintxos, la sidra... y la próxima, también te recomiendo ir a Arantzazu, que no está muy lejos de donde has andado y también tomó parte Chillida. Porque... habrá una próxima, no? Yo al menos quiero un video cantando en una sidrería!!! jejejeje...
Sí Lorea, he vuelto! Anotada queda la recomendación. La trasladaré a mis guías vascos para que no se nos quede en la lista de destinos pendientes. Y lo de cantar, también. :)
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