Cuando fuimos campeones

Como no sabemos cuándo volveremos a vivir un partido como el del pasado 29 de junio, en el que por fin, tras 44 años, logramos conquistar uno de los títulos futbolísticos de mayor renombre mundial, tendré que dejar constancia de aquello en este blog... no vaya a ser que se lo tenga que contar a mis nietos (o sobrinos) y no me llegue la memoria.

El papel de la selección española en esta Eurocopa ha sido sin duda sobresaliente, venciendo a ese fantasma que otras tantas veces le ha había hecho perder los nervios a pesar de ser superior equipo al contrario: la escasa autoconfianza y la inseguridad en los momentos claves dieron paso a la mentalidad opuesta, la del campeón.

Pero qué os voy a contar a estas alturas que ya no hayáis leído, oído o visto en mil medios de comunicación. Sólo queda resumir cómo vivimos ese día con los amigos en Madrid. Y qué mejor manera que con fotos y vídeos.

El plan había sido convenientemente trenzado y elegimos un bar recomendado por mi tocayo para ver el partido, donde por suerte fuimos convenientemente servidos e incluso maquillados para la ocasión. En el ambiente se respiraba tensión, parte de la cual fue liberada con el gran momento de ese famoso himno de cuya letra no quiero acordarme...

Algún momento de confusión (y odio en los ojos de los clientes del bar) posterior provocado por algunos que señalaban con el dedo a otro (cualquiera) vociferando que iba (por no sé qué motivo) con el equipo alemán (por no sé qué de su pasado salchichero), dio pronto paso al verdadero espectáculo: el partido, "rematado" magistralmente en el momento del gol de Torres.

Tras el partido, no nos quedó otra que lanzarnos a la calle para vivir el ambiente. Debo decir que Madrid fue un auténtico hervidero.

De vez en cuando nos cruzábamos con tropillas de germanos y aprovechábamos para recordarles algunas de sus más sonadas canciones como: Der Anton aus Tirol o Alles hat ein Ende nur die Wurst hat zwei. Hay que decir que los pocos que nos cruzamos se lo tomaron con humor. Chapeau!

Bien entrada la noche aún quedaba mucha gente por la calle, a pesar de que la mayoría tendría que levantarse pronto para trabajar al día siguiente... mira que es difícil convencernos, pero nostros también nos dejamos llevar.

Hulk también se arregló para la ocasión.

Acabamos de risas y con un buen punto gracias a las copillas y la ocurrencia de celebrar el éxito fumándonos un Montecristo (a precio de conde, por cierto). El día después mejor no lo cuento, pero a pesar del gustillo a humo, las ojeras, la sequedad en la boca y el dolor de cabeza, pasamos un lunes con una inusual sonrisa marcada en la cara.

Por esta vez los planes sí salieron bien. A ver si sigue la racha y para el Mundial repetimos!