domingo, 27 de diciembre de 2009

Ho ho ho

Se oyen sus pasos sobre el tejado,
un guante blanco que asoma al cristal,
trae traje rojo, un gorro mojado,
y una barriga que no le va mal.

Como antesala, usa chimenea,
y barba blanca como identidad,
reparte al mundo y lo saborea
porque trabaja sólo en Navidad.

Ho-ho-ho

¿Que si es Santa Claus o es Papá Noel?
Ho-ho. No lo sé. No le pude ver.
En foto recuerda a un tal Weihnachtsmann
y no sé qué pinta en Puebla de Guzmán.

Pero eso da igual, dejadle pasar,
hay niños por medio, mejor no dudar.
Disculpas Melchor, Gaspar, Baltasar,
¡pero es que hasta el 6 es mucho esperar!

Papá Noel 1

Con nerviosismo y un pucherito,
tras ciertas muecas, respeto y pavor,
llegó el regalo, parte de este rito
y el desconcierto se tornó fervor.

Valió la pena volver a soñar,
aplicarse cuentos, volar a un lugar
en el que nadie debiera extrañar
al niño que ayer le hizo jugar.

Papá Noel 2

Que paseis unas Felices Fiestas en Laponia, Kuala Lumpur o donde quiera que estéis. Disfrutad de este nuevo año 2010 que se nos avecina y no perdáis nunca ese brillo que se reflejaba en vuestros ojos cuando hacíais volar la imaginación... ¡Un abrazo! Ho-ho-ho.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Monológico

Me (y os) dejo aquí uno de los últimos ejercicios teatreros que nos han solicitado en clase. En vivo y en directo supongo que será otra cosa, pero espero que os guste (al menos un pelín) también por escrito. Un monólogo basado en un miedo...

¡Qué ganas de que llegue el verano… otra vez! Vacaciones, sol, terracitas…¡sí! Camiseta y pantalón corto, heladito de vainilla…¡sí! El Chiringuito, ponerse moreno, dormir bajo la luna… ¡sí! El bikini, el volley playa y un baño en el mar… ¡ssss?!?!¡! :-o

¿Un baño dónde? ¿En el mar? ¡En el mar! ò_ó

Los océanos cubren el 71% de la superficie de la Tierra, con una profundidad media de unos 4 kms, aunque existen fosas que pasan los 11 km, hay más de cien millones de km cuadrados de fondo marino sin explorar en nuestro simpático planeta y los científicos extrapolan que hay unos 50 millones de especies marinas por descubrir.

¿Y quieres que yo me bañe ahí? o_o

Vamos a ver, no me toméis por un bicho raro ni por un gallina, que bañarme me baño en la playa si hace falta. Pero tranquilo, lo que es tranquilo en el agua no estoy. Después de dejar atrás la orilla evitando pincharme los pies con las conchas rotas, desliarme de las algas que se quedan pegadas a uno al entrar y hacer como que no he visto los peces que se adivinan al trasluz nadando sobre las crestas de olas, por fin consigo estar dentro. :S

“Bueno, yo ya si eso voy saliendo”
“Pero tío, si acabas de entrar…mójate siquiera el bañador!”

Bien, pasamos al siguiente nivel dentro de la bella y gratificante experiencia que supone el contacto con esta masa ingente de H2O salada, llamada mar: ¡Vámonos a lo hondo!

Llega el momento en el que me adentro en el mar y no hago pie, no toco fondo, levito, floto. Y ahí estoy yo, en medio del mar. Y ahí están ellos, debajo del mar y alrededor mía. Y no los veo. Y ahí mismo, mecido por el incesante oleaje que tan seguro me hace sentir, empiezo a recordar bellas historias como la que cuenta que los tiburones son atraídos por sangre, chapoteos y movimientos erráticos, que la raya tiene potentes aguijones con punta en la cola por los que segrega veneno, me acuerdo de las tiernas medusas, de las siempre juguetonas morenas… ò_ó

Zoo Acuario Madrid 1

Una cosa: si hace unos 375 millones de años y después de una evolución de unos ligeros 10 millones de años más, el primer pez, llamado Tiktaalik (que tb manda huevos el nombre), logró salir del agua gracias a su combinación de branquias y pulmones y articulaciones y aletas, ¿qué cojones hacemos nosotros ahora volviendo otra vez ahí dentro?

Con lo bonito que es un paseo por el campo, acariciar a un cervatillo, correr ladera abajo, respirar el aire limpio (sin agobios), incluso tropezar con un tronco, resbalar y caer de bruces…

Que me pase a mí algo así aquí, donde estoy, en medio del mar. Un calambre en las piernas, un corte de digestión, una buena ola, el efecto de las mareas y las corrientes marinas, un tsunami! ¿Y qué hago? ¿Llamo por el móvil a emergencias? Ay no, justo ahoooora no lo llevo encima, que me lo he dejado en la toalla debajo de la sombrilla (jooder, no está lejos la sombrilla!). ¿Los socorristas? ¡Venga ya! ¿A qué me agarro? Aquí no hay ni una mísera rama, ¡ni una barandilla! ¿A la cola de la raya? ¿O espero a que venga Flipper y me rescate? Porque de Willy, la verdad, no acabo yo de fiarme del todo. ¡Coño, que es una orca asesina!

No queda otra que asumir que estoy solo ahí fuera. Yo y el mar. El mar y yo…y 10.000 bañistas más. Me armo de valor y decido hacerle frente al gigante azul, nadando a crol a contra ola, desafiando a Neptuno y a todos los personajes de la Sirenita, valiente, tenaz, orgulloso, casi homenajeando al primer Tiktaalik que ya no me parece un pariente tan lejano… cuando de repente trago agua. Huuaaghg. Pfuajj. Y chapoteo. Y moqueo. Y me acuerdo de los tiburones y dejo de chapotear. Y me quedo sin aliento.

Zoo Acuario Madrid 1

Y justo en ese momento vuelvo a ser consciente de lo frágil que soy en ese medio. Veo facilísimo que ante un imprevisto aspire agua, se me llenen los pulmones y muera en cuestión de segundos por asfixia o parada cardíaca. O que el mar se decida a arrastrarme a sus entrañas, donde cada 10 metros de profundidad supone sumar 1 atm de presión sobre mi cuerpo, o lo que es lo mismo, 1 kg/cm2… primero se me romperían los tímpanos, luego tendría hemorragias en los senos faciales, me reventarían los pulmones…

Y cuando me quiero dar cuenta, estoy de vuelta en la orilla, con la idea clara de que lo que he dejado atrás no es un espacio natural para el hombre…o al menos para mí.
Y piso la arena de nuevo, para sentirme seguro.

Intento buscarle una explicación a esta fobia, me paro a pensar y me sorprendo identificando exactamente las mismas sensaciones y miedos en tierra cuando, por ejemplo, voy caminando entre una muchedumbre incontrolada, donde me doy un incómodo e indeseado baño de masas. O en el momento en que me vendan los ojos y no sólo dejo de ver el fondo del mar, sino todo lo demás. Cuando alguien me pide que debo dejarme llevar y siento vértigo, parecido al que provoca la marea cuando es fuerte, o cuando la vida me da un revolcón y no sé a qué agarrarme, como en medio de un océano embravecido.
Y ahí, sentado en la misma frontera entre los dos, comprendo que no es el mar ni la tierra la respuesta.
Soy yo.

Playa