domingo, 16 de abril de 2017

Una Peña en el Recuerdo - Sevillanas (maqueta)

Esta sevillana se inspira en un texto propio que se publicó en la revista de la Hermandad de la Virgen de la Peña de Madrid, allá por el año 2012, titulado “Un viejo sentimiento”. En esta ocasión, es la Hermandad de mi pueblo, La Puebla de Guzmán, la que me concede el honor de incluirla en su revista. He creído adecuado captar la esencia de ese otro texto para transformarlo en letra y música. A primera vista se dará uno cuenta de que no soy autor, ni soy de letras, tampoco compositor, que sé poco o nada de solfeo y, por lo tanto, encontraréis más de una falta, gazapo o traspié. Pero creo que lo importante no es eso… lo que me queda de esta aportación es que para hacerla se le ha puesto el mismo corazón que el que los puebleños ponen a la hora de celebrar su Romería de la Virgen de la Peña. Espero que os guste...


Para descargar la maqueta y fotos, podéis acceder a este link:
http://bit.ly/ViejoRecuerdo1617

viernes, 28 de diciembre de 2012

¡Feliz y luminoso 2013!

Una felicitación sacada de la chistera, linterna mediante...



¡Felices Fiestas y lo mejor para el 2013!

¡Un abrazo!

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Un viejo sentimiento

A principios de este año, Alonso Díaz, de la Hermandad de la Peña de Madrid, me pidió que colaborase escribiendo algo relacionado con la Romería de la Puebla para la revista que publican anualmente. Guardo en mi pequeño cajón de sastre cibernético el texto, por si os apetece leerlo:

“Buen día el que se presenta…”, piensa José nada más levantarse de la cama y subir la persiana de la ventana enrejada que le muestra un espléndido cielo azul. “La caballería va a poder lucirse en la calle Serpa. Lo que van a disfrutar puebleños y forasteros, ¡qué alegría!”.
El olor a pan recién hecho, el café portugués y unas tortas de manteca le sirven de sustento para la apretada mañana que le espera. “Tengo que herrar el potro amorcillado, trenzarle la cola y entresacarle las crines, ir a por las mulas, ayudar a Pedro con las jamugas, buscar las espuelas, el sombrero…  que no se me olvide darle grasa a las botas, ahh, y la medalla…”.
“Acábate la leche, José. Que se hace tarde”. Unos ojos claros como el agua que brota de la Balsita y un semblante serio como el de alguien que está a punto de lanzarse a por el Pendón, le miran desde el otro lado de la mesa.
“Lucía, este año los Mayordomos van a tener suerte, ¿verdad?”.
Sobre las calles empedradas parecen resonar cascos y pisadas al compás de quien repica. José sonríe cuando oye a alguien decir que cuesta trabajito andar por esas calles. Para él son como la horma de sus zapatos, piensa que sus pasos y las piedras se conocen, como se conocieron en su día las herraduras y la leyenda en la Pisá del Potro. Más de una vez le ha aconsejado Lucía que vaya por la acera, pero él dice que ahí es donde tiene peligro de tambalearse y no al revés.
Las fachadas encaladas brindan luz a las estampas que dibuja la Puebla de Guzmán. Es abril, no hay duda alguna. El último domingo de este mes marca el calendario de quienes sueñan con la Romería de la Virgen de la Peña. Pero a José le ronda la Peña en la cabeza durante todo el año. Casi a diario sube a la Divisa, se acerca a la ermita y le reza, pide por los suyos y por los demás.  
“Falta poco para la Romería”. ¡Cuántas veces habrá dicho eso a los paisanos a lo largo del año!
“Muchas, muchísimas, demasiadas...”, piensa Lucía. Y nada más acabar las Fiestas, le falta tiempo para repetir: “De aquí a , estamos friendo rosas otra vez…”.
A menudo tiene José la sensación de que no le entienden cuando hace el intento de explicar a los recién llegados lo que significa vivirlo en persona y suele precipitar malhumorado el fin de la conversación con un “Mejor lo dejamos… cuando hayáis oído el son del tamboril y no podáis dejar de tararearlo, sepáis distinguir el olor a eucaliptos, jarales, romero y tomillo que viste vuestra almohada cada mañana, cuando oigáis una toná de la Peña  y os brote al instante otra de la garganta, hayáis probado turmas y gurumelos y deseéis salir a la sierra cada año, cuando acompañéis a los devotos en la procesión y se os ponga el pelo de punta al ver cómo la alzan de cara al pueblo o se os haga un nudo en la garganta al verla entrar en la ermita junto a los danzadores arrodillados, lo entenderéis”.
Incluso a Lucía, que ya lleva años junto a él, parece cansarle su retahíla.
José se acerca a la Cebadilla y saluda a los amigos que comentan los chascarrillos de esta y otras Peñas, de cuando danzaban juntos, del año en el que fueron Mayordomos los primos de Jesús, del número de la rifa del caballo, el 314, de las sevillanas tan bonitas que ha sacado el coro de la Hermandad... Se despiden brindando con una copa de aguardiente y quedan en verse por la noche para montar con la reunión. Cuando sube de vuelta a casa por la calle Larga, oye las campanas de la iglesia. La caballería está a punto de salir…

Fotografía de Ignacio Izquierdo
 “José, pasa adentro, que es la hora de comer.”
Lucía acaba con su turno y regresa a su hogar. Allí le cuenta a su marido que José no para de hablarle de la Peña, que vuelve a pedir tortas y rosas cada mañana para desayunar, aunque nunca las hayan tenido.  Ayer mismo, dijo que iba a la cuadra para arreglar las bestias. En el patio, que él llama la Plaza de la Cebadilla, le cantó a los demás un fandango y luego insistió en invitar a una ronda. Decía no sé qué de las espadas y levantaba su bastón al aire mientras danzaba de un lado a otro ante el divertimento de los demás.
A Lucía le cae bien José, porque parece tener algo especial. Le transmite cosas con las que se identifica, aunque no las conoce ni las ha visto nunca, pero comparte los valores que este anciano dice haber mamado desde pequeño en su pueblo. Siempre recordará algo que le dijo José durante una fría tarde de febrero, cuando balanceándose en una mecedora plantó repentinamente los pies en el suelo y suspiró: “¡Qué lunes de Peña más caluroso, Lucía! Hazme el favor y me acercas la bota, que todavía no hemos cruzado los Arroillos y tengo la boca seca del polvo que está levantando la caballería.”. Bebió del vaso y continuó, ”¿Sabes lo que me gusta de esta tierra, de sus costumbres y su tradición? No se puede explicar con palabras, pero cuando te acerques algún día, pide manos para apretar una cincha, alguien que cante contigo, pide un plato de caldereta y un vaso de vino, pide fe y devoción, pide compartir y a ver qué pasa…”.
Mañana Lucía volverá al trabajo, se pondrá su bata blanca y probablemente verá a José en la puerta de la cocina comunitaria ofreciéndose para batir la cidra. Puede que le encuentre en el parque arrodillado delante de un viejo tronco de haya rezándole a su Virgencita de la Peña, o cantando de madrugada por los pasillos, como otras tantas veces, aquella de “Hasta las diez de la noche me dio mi padre licencia…”. Seguramente seguirá el hombre llamando “Casa de Fondos” al comedor del edificio, continuará negándose a caminar por la acera, subirá a su planta, la Divisa, por las escaleras en vez de coger el ascensor y confundirá el timbre de los avisos con las campanadas de la iglesia. Lo que está claro es que no va a perder ese brillo en los ojos cada vez que su imaginación torne todos los meses del año en abril y se repitan más sábados, domingos, lunes y martes, que el resto de los días que tienen las semanas.     
Esta vez Lucía encuentra al viejo acostado en su habitación. Le da las buenas noches y con un hilo de voz, José le describe lo espléndidas que son las vistas desde el Peñón.
“Descansa José, que mañana es domingo”.
“Hay que estar arriba a las doce para la procesión…”, contesta cansado y mira algo sorprendido las arrugas de sus manos sujetando la medalla. Ocho años después de su última Romería, de dejar atrás el Alto el Bugo definitivamente, sabe que volverá a encontrarse con todo aquello que dejó atrás y con Ella. En aquella habitación 314 de la residencia de ancianos, José sonríe y cae en un profundo y largo sueño del que no volverá a despertar jamás. Quizás ahora deje ese mundo ficticio para hacerlo realidad. Tan real como el sentimiento peñero que le acompañó durante su vida.    

Porque ese sentimiento no se pierda nunca. ¡Viva la Virgen de la Peña!

jueves, 22 de noviembre de 2012

¡Reto conseguido!

¿No me negaréis que tiene mérito? Ninguna publicación desde hace exactamente un año... ¡desde el 22 del 11 del 2012!

Ha sido duro, lo confieso. En ocasiones el espíritu bloggero hacía tensar los músculos de mis manos, dispuestas a teclear raudas una entrada... pero no, no he sucumbido. El poder de la mente ha sido superior.


¿Qué será lo siguiente? Me planteo hacer de espaldas el camino al trabajo durante un mes, componer una canción reggeaton en islandés, contar las veces que oigo la palabra "alegría" durante los próximos mil telediarios, aprenderme los nombres de la gente que me cruzo por la calle hasta saberme Madrid entera, pero luego abandono estas ideas al comprender que nada podrá ser comparable a esta última hazaña. 
C'est magnifique!

martes, 22 de noviembre de 2011

Playa gatuna

Hay mamíferos que saben más que los ratones colorados...

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Lagos - verano 2011

A esto se le llama saber disfrutar como un VIC de playa y sol sin ser molestado por visitantes indeseados. :)